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Los caminos romanos

Es díficil imaginar el poder del imperio romano sin antes darse cuenta de la manera en que usaban los caminos para encontrar y vigilar las ciudades aledañas y lejanas de Roma.

Los caminos fueron un gran arma para el emperador y el ejército romano, pues los ayudaba a vigilar y controlar todo el territorio conquistado. Además de transportarse más rápidamente hacia territorios desconocidos.


Otro gran aporte a la expansión del territorio fue la manera en que se usaban para transportar mercancías.


Su diseño estaba compuesto por seis partes o componentes que son:


  1. El suelo apisonado que funcionaba para dar la guía por donde se iba a construir la calzada. Además de firmeza.

  2. Las rocas de gran tamaño que funcionaban para dar resistencia y compactar la superficie del suelo.

  3. Piedras más pequeñas combinadas con cemento o argamasa para consignar una capa fina, compacta y sin imperfecciones de nivel.

  4. Guijarros, arena y arcilla para hacer una capa de molde para colocar las piedras planas sobre la superficie de la calzada.

  5. Piedras planas para la superficie de la calzada por donde estaba el contacto con las personas. Estas se posicionaban de una forma un poco curva para permitir la salida del agua hacia los canales.

  6. A los extremos de la calzada se colocaban canales que recogían el agua y lo conducian hacia unos pozos que la depositaban en el suelo. También se adornaba con un bordillo en los laterales para dar esbeltez a la calzada.

Como resultado de este proceso se llevó a cabo kilómetros y kilómetros de calzadas por todo el imperio, posibilitando los viajes más rápidos hacia zonas lejanas y por terrenos fangosos.


Fuentes:

Adam, J.P. (1989) [1996]. La construcción romana. Materiales y técnicas. León: Editorial de los Oficios.


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